Estoy seguro que alguna vez escuchaste la expresión “esa persona es muy culta” en referencia a alguien que tiene mucho conocimiento sobre un tema, o gente que puede ofrecer muchos detalles sobre la historia, la literatura, y otros temas.
También es común que llamemos “ignorante” o “inculto” a quienes no han tenido la oportunidad de acceder a información, educación, libros, historias, o simplemente, a quienes prefieren usar su tiempo libre en otras cosas.
Después de todo, vivimos en una sociedad donde el 52% de los jóvenes dicen no haber utilizado Internet alguna vez en su vida, comparado con el 90% de jóvenes en Chile, por ejemplo.
Quienes nos dedicamos a estudiar la cultura, te podemos decir que los “incultos” no existen. La cultura está en todos lados y todos somos parte de ella desde que nacemos. Más allá de las formas en las que podemos expresarla— en las tradiciones, en la forma de vestir, en la forma de hablar, en las fiestas y ferias que organizamos, en los actos religiosos, etc.— la cultura es la forma en la que vemos y entendemos el mundo.
En una sociedad como la nuestra, que tiene algunos de los peores indicadores de bienestar la niñez y juventud, es de esperar que, a falta de información verídica y pensamiento crítico, los niños, niñas y jóvenes empiecen a imitar lo que miran a su alrededor.
Después de todo, la cultura es la forma en la que entendemos el mundo, y los espacios donde más entendimiento generamos son el hogar, el centro educativo y los espacios de recreación… algo así como decir que la manzana no cae muy lejos del árbol.
Pensemos en ella como una telaraña. Si yo veo y oigo a mi familia, a mis vecinos, a mis maestros, a los amigos de mi familia, repitiendo ideas como “ese cholero que se aguante”, “ese indio es pobre porque quiere”, “la muchacha que coma cuando pueda”; o, ideas como “quédate con el pisto si igual se lo huevean”, “no pagués completo hombre, si igual nadie lo hace”, “esos diputados solo robar son, pero ni modo”, “esa funcionaria es una descarada, pero qué se va a hacer” etcétera… ¿Con qué cara vamos a ir a pedirles a las generaciones que vienen que piensen diferente? Que no discriminen, que no roben, que voten por opciones diferentes, que se apeguen a la legalidad, cuando hemos construido una telaraña de ideas que les enseñan lo contrario.
No podemos. No debemos. No lo esperemos.
La cultura puede transformarse porque somos nosotros quienes tejemos la telaraña. Y hay partes de nuestra telaraña social que son nocivas y que nos impiden generar nuevas ideas sobre la vida en democracia, la legalidad, la justicia, la solidaridad y la inclusión. La cultura de la legalidad empieza por actuar diferente, por escuchar a quienes piensan distinto, pero retar desde el diálogo a quienes buscan imponer o transgredir la dignidad de los demás. Así que no es imposible caminar hacia la cultura de la legalidad. Es urgente y vos podés empezar a tejer una telaraña diferente hoy mismo. ¿Qué esperamos, muchá?
*Con datos de la I Encuesta Nacional de Juventud del 2011.