Todos tuvimos a nuestra banda de cuates de la cuadra, con los que íbamos de un lado a otro conociendo los límites del barrio y de la colonia. Ellos eran los superpoderosos cuates, los infalibles, los solidarios, los cómplices de travesuras y los hermanos de lágrimas.
Cuando se trataba de hacer un reto a los de la otra cuadra o colonia, había que organizarse porque esas carreritas en cicles no se iban a ganar solas, cuando se trataba de chamuscas en la calle había que entregar cuerpo y alma en ellas, a pesar de los raspones y el juego coche del otro equipo.
Las vacaciones era el tiempo más alegre del año porque allí podíamos estar todos juntos sin que nadie nos dijera nada, sin obligaciones ni restricciones de horario, cenábamos y almorzábamos alternando en las casas de toda la cuadra. El religioso desayuno era cado uno en la suya.
Había de todo en el equipo: el machito puede todo, a lo Chico Bestia, que se encargaba de echar relajo por todos. Este era el inquieto, el que siempre estaba inventando nuevas formas de pasar el tiempo o de aventurarse cada vez más lejos.
Estaba el chico correcto a lo Robin, que se encargaba de velar que se mantuviera la armonía en el equipo, la voz de la cordura, el típico que ponía alto al plan de juntar un montón de pólvora dentro de un frasco e irlo a dejar en un buzón. ¡Gracias a él, no terminamos de terroristas! Era el líder nato y necesario para el orden.
El fortachón, el que no le temía a nada, el que siempre saca el pecho por todos y todas, el que pide los permisos, el que mira feo a los demás que quieren molestar al grupo, era el músculo, el centro delantero del equipo de chamuscas de fut, el poste interior del equipo de básquet, el que cruza los brazos como una pared para defender a su banda. Un aplauso por todos los Cyborg de la cuadra.
Las mujeres del grupo eran lo máximo, las cuatas solidarias que otorgaban cierta mesura al grupo, candidez y sentido común. Estrategas de los juegos, fuertes para el fut, no dudaban en meter el codo para pelear una pelota y se ensuciaban codo a codo. Sí, como Starfire, la chica tenaz y que no se amilana a nada, tan capaz como todos, otra líder, sus ánimos eran el turbo necesario para cuando se iba perdiendo. A la consigna “último gol gana” era la que tomaba el balón, pasaba, corría, gritaba y pedía la bola para ese último contraataque, el fulminante para ganar. Starfire, te debemos muchos campeonatos, amiga. Más gente como vos en el mundo porfa :´)
Y la Raven, la oscura, la mística, la que proveía la música, la cultura. “Muchá escuchen a esta grupo de rock” y nos quedábamos de ojos en cruz, su actitud sombría era un manto de protección para hacer las cosas, era la apática que no le gustaba socializar con otros grupos, pero que se iba de todos modos, peleaba con uñas y dientes por alcanzar los fines de sus Titanes.
Ahora, que escribo esto desde una oficina y veo por la ventana a un grupito de patojos y patojas hacer lo mismo, me recuerdo de mis años de vago, que tanto me sirvieron para socializar, para aprender de los otros, a ver las fortalezas de cada uno, sus buenos sentimientos, la solidaridad en malos días, las peleas entre nosotros, Ahora, que escribo esto desde una oficina y veo por la ventana a un grupito de patojos y patojas hacer lo mismo, me recuerdo de mis años de vago, que tanto me sirvieron para socializar, para aprender de los otros, a ver las fortalezas de cada uno, sus buenos sentimientos, la solidaridad en malos días, las peleas entre nosotros, las formas inusuales que usábamos para tratar de arreglar las diferencias.
A todos ustedes amigos míos, heroínas y héroes de la infancia, una medalla de oro y de nostalgia. Mantengamos estos valores de juego en equipo, ahora que ya no somos tan chavos. ¿Quiénes son tus Titanes de la Infancia? ¡Taguéalos también para recordar los buenos tiempos!