PEGADOS CON CHICLE

Gracias a Dios pasó el huracán Earl con más pena que gloria para el país, es decir, su presencia e impacto fue mínino y hay mucho por agradecer por eso. La pregunta es ¿estamos preparados para afrontar una crisis de desastre por un fenómeno natural? OBVIAMENTE, no.

Estamos en pleno auge de la temporada lluviosa que a pesar de los pronósticos se ha venido de a pocos, esas son buenas noticias para las casas que están a la orilla de los precipicios, y malas para el campo. Pero, ¿por qué le tememos tanto al agua que debería ser una fiesta?

Las obras cívicas, la infraestructura vial, la ingeniería civil y la arquitectura son profesiones de alta demanda en un país en desarrollo, en un pueblo que necesita crecer porque está en apogeo. Pero acá en Guatemala pareciera que se invierte en obras realizadas con papel maché.

Es decir, al primer aguacero empiezan a aparecer las grietas, los baches, los descascaramientos, los socavamientos y todo empieza a hundirse lenta e inexorablemente. Ya es costumbre ver cómo se bachean las calles y carreteras del país para que a los meses, ya estén destruidas nuevamente.

Y ya ni siquiera eso, a las semanas o días ya podemos ver la destrucción sufrida por causas naturales de obras que deberían de tener un mínimo de 5 años de vida, MÍNIMO, y ahora ya no queda nada que apenas dure un período presidencial.

La respuesta a esta incógnita no reside en la calidad de materiales que existen en el mercado, que las hay de todo tipo, sino en el sistema de beneficios entre contratistas del Estado, proveedores del Estado y autoridades gubernamentales.

Esta línea (¿casualidad que se llame así? No lo creo) empieza por el empresario corrupto. Sí, hablemos lo que es, la corrupción empieza por aquel que granjea favores para sus propios intereses. Vamos a trasladar esa responsabilidad a nosotros ciudadanos, sí.

El empleado de gobierno (alcalde, ministro, diputado) puede pedir comisiones para otorgar tales y cuales obras, pero ¿quién tiene la última palabra en acceder a esas condiciones mercantilistas? Somos nosotros como empresarios, como ciudadanos.

Es cierto, los corruptos son ellos, pero ¿quiénes los pusieron allí? Sí, el sistema democrático de votaciones, la bola regresa nuevamente a nuestras manos. Por lo tanto, la responsabilidad es clara del pueblo por llevar delincuentes al poder y avalar un sistema que lo permita. Pero sigamos.

Aquel que accede a pertenecer a esa línea de corrupción, por muchas buenas intenciones que tenga de hacer una buena obra – una carretera, digamos – se verá de manos atadas al darse cuenta que los materiales se los tiene que comprar a una empresa que está atada a los intereses del diputado/alcalde/ministro.

Y encima, ofrece mala calidad a precio de grado “A”. El pago de comisiones por compra, por contrato recibido, es apenas la punta del iceberg de coimas extras que tiene que desembolsar. Es decir, los supervisores de calidad de los ministerios están al tanto de cómo se hacen negocios y van al grano, saben donde encontrar los errores.

“Fíjese que, su carretera no cumple con los requisitos con que usté puso en la licitación, vaa, acá dice que usté iba a poner 10 cms de asfalto y sólo tiene medio centímetro, así no puedo aceptarle nada. Al menos que hablemos y por un módico precio, ¿nos arreglemos vaa?”

Y allí toca pagarle “mordidas” al supervisor para que le deje terminar la obra. No es barato, claro, el supervisor también tiene que pasarle su porción del pastel al diputado/alcalde/ministro, que en un principio, le contrató a usted.

Esto aplica a TODO lo que se haga en el país, porque ya es una tradición de muy mal gusto y malos resultados para cualquiera, que se haga de esa forma. Y el costo ES ALTÍSIMO, no sólo monetario, sino en recursos humanos, tiempo y honestidad para los mandantes (o sea, nosotros) que es de donde sale el dinero. Estamos pagando obras civiles pegadas con chicle, como si fueran del primer mundo. Eso no se vale.

Los únicos que ganan con esto son los corruptos, los empleados públicos y privados. Y eso no es loable, eso es meritorio de cárcel. ¿Imaginen la cantidad de tragedias que se podrían haber minimizado si las cosas se harían de buena manera? Seguro la comunidad de El Cambray nunca hubiera existido al no aprobarse proyectos que ponen en riesgo la vida de seres humanos útiles.

Así que la respuesta de si estamos preparados o no para un huracán, terremoto o depresión tropical, es un terrorífico no. La corrupción mata lentamente y de maneras insospechadas. ¿Hasta cuándo seguiremos viviendo con el “Jesús” en la boca?

El cambio nace de nuestro voto, de nuestra exigencia como ciudadanos, de la auditoría social e inclusive como empresarios: no prestarnos a los juegos sucios de esa gentuza. Ya lueguito están llorando en los juzgados diciendo “malhaya” y ni la cola le van a agarrar a la libertad.

#EsDeChapines