Este viernes me mandaron a llamar del colegio de mi hijo: lo cacharon junto a un compañero de clase, haciendo chanchullo en un examen. Mi hijo le estaba llenando la prueba a su compañero por “solidaridad”.
La excusa parece perfecta y una travesura de patojos, un cuate te avisa que no estudió para su examen y que lo va a perder y será castigado por sus papás. Perderá Sociales, y eso significa que no podrá ir a los quinceaños de la Naty, que es dentro de dos semanas.
¿Qué toca hacer para ayudar a tu alero de adolescencia? Bueno, entrar en defensa de los planes: hacerle el test, ya que vos sí estudiaste y es tu materia favorita y se te facilita. De lo contrario, perderá la clase y será castigado un mes sin salir y no podrán ir juntos a la fiesta del año.
Todo bien hasta que te cache el profe. A dirección. Llamada a los papás y carta de jalón de orejas. El tema queda en suspenso y a discreción del profesor. Castigo a los dos.
Mi hijo me dice que lo hizo por ser solidario. Algo que agradezco y me agrada que ponga en práctica porque yo mismo se lo he dicho, pero las razones son las incorrectas; acá no se trata de ser mala onda, se trata de ser inteligente, se trata de ser solidario de una forma más constante y no en un acto que riñe con las reglas del colegio en que estudian.
De estas pequeñas acciones está construida la cotidianidad guatemalteca. Todos hacemos algo de forma “inocente” para ayudar a alguien, pero que, en cierto modo, riñen con las reglas establecidas por la ley.
Esto nos sucede con situaciones tan simples como la narrada anteriormente hasta cosas más serias como la de modificar el precio de nuestra propia casa para pagar menos IUSI. Una práctica común que a la larga nos daña como sociedad en general, porque eso significa menos recaudación al Estado. Hacer esto, no nos hace distintos de los grandes evasores de impuestos que tanto se les han criticado en medios y redes sociales.
Le explicaba a mi hijo que esto es como ir a comprar la licencia de manejar sin pasar por los exámenes. La persona que lo haga resolverá su problema de inmediato, pero a la larga, andará por las vías – donde transitamos todos – sin saber las reglas de convivencia vial. Algo muuuy peligroso para todos, inclusive para esa misma persona.
Recordemos los trágicos casos de las personas atropelladas por aquellos delincuentes que no tienen respeto por la vida ni las reglas básicas de convivencia, ni muchos menos del reglamento de tránsito donde se inculca la vida humana sobre todas las cosas.
En una oportunidad que trabajé para una empresa, los choferes tenían la costumbre de echarle gasolina a los vehículos y ese dinero se les recuperaba en efectivo al presentar la factura. Algo común entre ellos era, por ejemplo, echar Q100 de combustible y solicitar facturas por Q250. Así ellos defraudaban a la empresa por Q150 semanales.
Según ellos, eran “vivos”, “listos”, pero estaban replicando aspectos culturales que estaban dañando a la empresa que les daba de comer. Al robarle a la empresa, le estaban robando a su futuro y a su crecimiento personal. Demás está decir, que cuando fueron descubiertos, los despidieron y se les inició un proceso judicial para que devolvieran la plata defraudada.
Pero oh sorpresa, los ofendidos eran los choferes, pero se les demostró y fueron vencidos en juicio en el Ministerio de Trabajo. Tal acto les atrajo muchos problemas legales y laborales al ser hallados culpables de defraudación. Ya fueron marcados de por vida, por un breve beneficio inmediato.
Le comentaba también a mi hijo, que cuando yo era pequeño e íbamos a jugar con el equipo de fut a la liga de Amatitlán, el chofer de la camioneta extraurbana nos urgía que nos agacháramos a los que íbamos parados, para que el puesto de control no se diera cuenta que iba sobrecargado.
Esto, a pesar que es una anécdota pintoresca muy chapina, es sintomático que tenemos costumbres que ponen en riesgo nuestras vidas y que inician con prácticas de “amiguismo”, y eso no hay que confundirlo con “solidaridad”, que es un valor URGENTE en nuestra sociedad.
El “amiguismo inmoral” es un antivalor. Eso propicia la transa, el chanchullo, la fafa.
Mi hijo ahora está a la espera del dictamen del maestro de Sociales del colegio. Si le permiten repetir el examen, bien por él. Si pierde la clase, bien por él, seguro esta será una lección que nunca olvidará. Mientras tanto, se enterarán ambos de lo buena que estuvo la fiesta de la Naty, sólo por Facebook. Seguro aprendió que las consecuencias de sus actos, tienen implicaciones duras.
¿Qué lecciones has aprendido igual a estas? Comparte tus historias para irnos entendiendo mejor 🙂