Esta es una reflexión sobre las personas que admiramos y los valores que debemos de promover en todos los estratos y edades de nuestra sociedad. Les presentamos un análisis de una amiga sobre los líderes como “hacedores” de cultura. Estos “hacedores” tienen el poder y la influencia de ayudar a darle forma a nuestra cultura chapina. Pasa adelante y lee.
Estamos acostumbrados a hablar y a oír acerca del “liderazgo”, desde las famosas charlas de coaching hasta en las estrategias de marketing del sistema educativo.
En el mundo actual, definido muchas veces por una mentalidad “pisto-céntrica”, se ve a un líder en la persona que es capaz de dirigir a otros para lograr su fin, enfocándose en operatividad y productividad.
Pero el líder es también aquél que consigue lo que quiere no importando los medios. Es el que tiene “aptitudes” que lo hacen capaz de dirigir un equipo y a la vez, estar encima de éste.
En el sistema educativo el concepto también ha sido adoptado como parte central de la “competitividad”. Así, el que aprende y sobresale no lo hace a partir de la colaboración y como resultado de construir conocimiento junto a los otros , sino por ser competitivo, por ser capaz de luchar individualmente hasta imponerse sobre otros.
La competitividad está atada a la lucha, al conflicto, y aprender no debería estar asociado a esto. Esos valores no siempre aportan al desarrollo de una comunidad.
Nuestra sociedad entiende la competitividad como “la ley del más buzo” ligada a una equivocada lectura del concepto de la selección natural: “la ley del más fuerte”. El líder (el “fuerte”) sobrevive, el débil muere.
Pero hay otro aspecto que es central al concepto de líder: el líder es un modelo a seguir. El líder es un “hacedor”, un “fabricante”, un “tejedor” de cultura, pues con su actuar y su influencia determina “cómo se hacen las cosas aquí”, y eso amigos, eso se llama cultura (http://bit.ly/2p6tYTF ). Los liderazgos de opinión, los maestros en la escuela, las catedráticas en la universidad, los jefes en el trabajo, las que escriben en el periódico y los que salen en la tele, los líderes religiosos— todos son “hacedores” de cultura.
Las personas que logran sobresalir de una u otra manera en nuestra cultura se convierten en modelos para otros.
Los seres humanos aprendemos de imitar a otros. Basta con ver a un bebé o un niño pequeño y darse cuenta. Por más que los adultos les repitamos ciertas cosas, si los niños ven ciertos comportamientos en un adulto, lo que seguirán será ese comportamiento, no la instrucción repetida una y otra vez.
Durante la adolescencia, la tendencia a imitar a otros es menor que la de un niño pequeño pero aún es parte del proceso de aprendizaje y desarrollo. Y si bien la parte de nuestro cerebro que inhibe la tendencia a imitar se desarrolla por completo en la edad adulta, los adultos todavía imitamos a otros, sobretodo cuando nuestra sociedad premia ciertos comportamientos o posiciones.
Para algunos guatemaltecos el más buzo es el que se cola en la fila, el que se pasa la luz roja, el que “se hace el loco”, el que evade impuestos, al que no lo “cachan”, el que se sale con la suya.
Esos son nuestros modelos a seguir, esos son los modelos que le estamos inculcando a las nuevas generaciones. Estos son los actuales “hacedores de cultura”. Necesitamos evaluar y replantearnos la manera como entendemos el liderazgo: el líder es un modelo a seguir. El líder es el que aporta, colabora, construye- no el que ignora o jode al otro.
¿Vos, qué modelo está siguiendo? ¿Y qué modelo estás siendo para otros?