Hace mes y medio, 41 niñas murieron en un acto de negligencia del Estado. Hace dos días, 13 chicos y chicas fueron atropellados. ¿Qué nos pasa que estamos tan indolentes para los más vulnerables?
La situación es de lo más inverosímil que uno se pueda imaginar: es un instituto de secundaria de educación pública, en donde los estudiantes requerían agilización para realizar sus actividades culturales y deportivas. Esto a raíz que el consejo directivo del mismo, no se los permitían.
Recusaron al Ministerio de Educación, solicitaron visitas para inspección, pero fueron dándose cuenta cómo funciona la burocracia: lenta e ineficiente. Y, como sucede casi siempre en estos casos, se toparon con la pared de la indiferencia. Frente a ello decidieron llamar la atención de las autoridades por el único medio posible: tomar la calle frente al instituto.
Estaban pidiendo educación, no estaban haraganeando, no estaban delinquiendo, eran estudiantes que quería estudiar, querían ser tratados con dignidad para tener un futuro de oportunidades – que como sabemos- sólo lo provee el estudio.
Un conductor, aun no se sabe, un energúmeno, decidió pasarles encima como si fuera un juego de video o un grupo de conos que estorbaban su libre locomoción. Tiró por los aires a varios y golpeó con su vehículo a otros más, llevándose la peor parte una niña de 15 años en que las llantas aceleradas le quemaron las dos piernas y un brazo. Ya perdió ambas piernas y peligra el brazo. Peligra su vida.
Eran estudiantes pidiendo educación. No acarreados por intereses espurios, partidos políticos, querían estudiar para no caer en la ignominia, las pandillas, los embarazos no deseados, la desinformación.
Sí, todos esos males que nos tienen como estamos ahora como país: jodidos.
Nada distinto de los escenarios que vivimos a diario. La tragedia siempre es de otro hasta que toca a nuestra familia. ¿Se dan cuenta de la indolencia y la apatía que estamos fraguando como sociedad?
La muerte y la violencia se ha normalizado en nuestra psique, es el pan diario de los medios de comunicación que nos “informan” de lo que pasa en el país. Cada vez se parecen más a listados para ver a quien se le permitió vivir.
Si no nos importan los choferes asesinados, los bosques quemados, la corrupción imperante y generalizada, habrá razones variadas, pero ya todo roza el colmo cuando los niños y niñas ya dejan de importar.
¿Se dan cuenta que si no cuidamos a las generaciones venideras no tenemos futuro como país, como sociedad, ni cómo familia? Al dejar de lado a los más vulnerables de nuestra Guatemala estamos dejándolos a su suerte, se los estamos entregando directamente en las manos de la delincuencia.
Si no nos importa lo que hacen, cómo lo hacen, con quién lo hacen, hay estructuras como las maras, los tratantes de personas y los narcotraficantes que los tomarán para servir a sus intereses espurios.
Sí, sí, pero eso pasa con los “pobres”, con los “choleros”, con el “otro”. El discurso de siempre: “Mis hijos no se meten a eso, están en buenos colegios, vivimos en colonia cerrada”. Es una de las mentiras más grandes de la vida moderna.
Si quiere dejarle un buen futuro a sus hijos, trabaje también por el futuro de todos los hijos, para construir país, para evitar que los descuidados de ahora, sean los delincuentes de mañana. Velar únicamente por el derecho de nuestra nariz, nos hace perder la vista de lo que viene adelante.
Ya no más, no podemos seguir en esta asquerosa forma de vida en que nos importa más llegar a un lugar que pasarle encima al prójimo. Quien lo hizo, es un delincuente, quien lo piensa o lo dice, un apologista del delito.
“Si se atropellan lo sueños de quienes lucha por vivir mejor ¿para qué quieren que usemos la vida?” (Andrés C. / Ciudadano preocupado)
NINGÚN DERECHO ESTÁ SOBRE EL DERECHO A LA VIDA.