Somos la única especie en el universo que ha demostrado que se puede ordenar en función de salir del caos social, para llegar al cosmos. Tendemos al orden porque eso genera progreso, y para aplicarlo, usamos las leyes. Hagamos un breve repaso de ello.
Puedo imaginar a los primeros hombres sentados alrededor de una fogata, tratando de ponerse de acuerdo en la repartición de la caza de la semana. Seguro hubo anarquía, supremacía del más fuerte, mucho instinto animal y violencia.
En los albores de la sociedad se fueron gestando las primeras reglas de convivencia para que, de una manada gregaria, se pasara a una tribu. Allí está el origen del ordenamiento social: reglas básicas y claras de convivencia. Un pacto colectivo donde los integrantes deciden por su voluntad, cumplir lo establecido a cambio de beneficios.
Esos beneficios prehistóricos eran risibles ahora, pero indispensables para ellos. Por ejemplo, pertenecer a un grupo aseguraba la sobrevivencia: en la unión está la fuerza. Imagínense solos caminando por los bosques y ¡zaz!, un oso del tamaño de una casa, te agarra de almuerzo.
Sumado a que estar dentro de una comunidad, te aliviaba de hacer cosas para las que no eras tan bueno. Supongamos que vos eras un cromañón especialista en cazar ciervos, pero eso de hacer refugios y hacer fuego, pues como que nel.
Entonces te alías con chava que, con tronar los dedos, podía hacer fuego, y un viejito que era un leñador especialista. Ya entre los tres, podían sobrevivir mejor que cada uno por su lado. Seis ojos son mejor que dos, siempre. Tu ponías la comida, el señor el refugio y la chava el conocimiento técnico para que todo funcionara mejor.
Las reglas conforme fue pasando el tiempo, se fueron especializando dependiendo de la cantidad de personas de la tribu. Ya era aldea. Y pueblo. Y ciudad. Las leyes de convivencia surgieron para ordenarnos y eso nos generó progreso cultural.
De hecho, la Biblia, aparte de su componente religioso y de fe, es un tratado de leyes muy efectivo para el pueblo judío en su momento y para los cristianos, después. Varias de esas leyes, siguen vigentes a la época. Lo mismo sucede con el famoso derecho romano, que es el pilar de nuestra sociedad occidental.
Sujetarse a la ley, supone muchos beneficios que hacen crecer a la sociedad. Gracias a ello se pudo generar avances tecnológicos que mejoraron la calidad de vida de los pueblos, como la ingeniería, arquitectura, medicina, urbanismo.
Pero también permitió que se desarrollara el pensamiento humanista como la filosofía, la religión, las artes, la literatura, el teatro. Inclusive el mismo estudio de las leyes: el derecho. El ser humano pasó de tener miedo de la naturaleza, a dominarla. Todo gracias a seguir una serie de reglas que nos llevaron del oscurantismo, a ser la especie dominante del planeta.
Las leyes no están escritas en piedra, es obvio que se tienen que ir modificando para que se pongan a tono con los tiempos que la civilización vive. Pero hay ciertos pilares fundamentales que no varían en el derecho o constitución de cualquier sociedad o país.
Por el ejemplo, el respeto a la vida, la libertad, la ciudadanía, la salud, acceso a la ley, a la libertad de culto, a la propiedad privada. Estos son sólo algunos ejemplos de lo que llegaría a constituirse como Derechos Humanos, los cuales son inherentes e irrenunciables a todas las personas humanas.
Cumplir la ley y hacernos sujetos a ella, nos faculta para exigir lo mismo como entes activos de la sociedad. Eso nos asegura nuestros derechos como ciudadanos, ello nos genera cultura activa de cambio, cultura participativa, cultura de progreso e identidad.
Recordemos que la historia de la ley es la historia de nuestra especie, y la incorporación de esa experiencia como sociedad.
¿Crees que las leyes de nuestro país se cumplen y son efectivas? ¿Qué cambiarías?
#EsDeChapines